Interdisciplinaria

Fui uno de los 600 millones de espectadores que esa noche mágica del 20 de julio de 1969 vieron atónitos cuando una nave espacial con forma de zancudo gigante y con sus dos tripulantes, se posó sobre la superficie selenita en el Mar de la Tranquilidad. A eso de las ocho de la noche llegaron las señales de este monumental acontecimiento a nuestro televisor que mostraba en blanco y negro, y con mucho granizo en pantalla, el suelo árido de la Luna en esa imagen que Aldrin llamaría "magnifica desolación". Seis horas más tarde, bien entrada la madrugada, mis padres nos concedieron la licencia para ver la televisión a esas horas prohibidas. Fue así como presenciamos cuando Neil Armstrong descendió del módulo lunar en cámara lenta, dejó impresa la primera huella de un humano sobre el polvoriento regolito, y proclamó la famosa declaración "un pequeño paso para un hombre, un salto gigante para la humanidad